Las presiones sociales causadas por la asociación entre conductas "anormales"
y Sida, es decir, la relación siniestra entre la homosexualidad y la enfermedad, así
como el paulatino cambio en las estadísticas, comenzaron a modificar el
panorama. Para el público, como por arte de magia, de la noche a la mañana, lo
que era un "problema de homosexuales" pasó a ser "de todos", sin que mediara
una explicación clara de que cambió en el mundo de repente. Quizá atafagados(*)
por la culpa de haber creado un estigma, y también asustados por la evidencia
creciente de población no homosexual infectada, se nos olvidó explicar la causa
de este nuevo alerta y nos lanzamos, ignorando una vez más la evidencia
científica, a convocar cruzadas que, hasta hoy, siguen apoyadas frágilmente.
"MAS QUE USAR CONDON, HAY QUE RECUPERAR LOS VALORES..."
Cuando las estadísticas empezaron a mostrar que el VIH había traspasado la
barrera y estaba infectando de manera creciente a la población heterosexual,
empezó a hacer carrera una tercera perspectiva, que se ha dado en denominar la
de "recuperación de los valores". Este enfoque surgió de la interacción entre las
características originales que se atribuyeron a la enfermedad - transmisión sexual,
y asociación a actividades homosexuales- y la necesidad, sentida por un
importante sector de la población, de encontrar un mecanismo de control para lo
que se considera la "crisis de valores" -léase, sobre todo, libertinaje sexual- de
nuestra sociedad. Es, a nuestro modo de ver, un enfoque que tiene mucho que ver
con lo que se tiene como castigo divino por el mal comportamiento.
Así, dado que desde el principio la medida profiláctica práctica que se ha
recomendado es el uso del condón, éste ha resultado asociado con los
comportamientos "anormales", y con la infidelidad, la promiscuidad y, en general,
todas las variables de valor negativo que se han incorporado a la discusión sobre
el tema. Y para contrarrestar las actividades de comunicación que intentan
promover el uso sistemático del condón, se esgrimen argumentos de dudosa
consistencia científica para desacreditar su utilidad. Un ejemplo claro de ello lo
constituyen distintas publicaciones que aseveran, de manera tajante, que el VIH
atraviesa el látex, por lo que su efectividad es claramente cuestionable. Es
entonces cuando se reclama la "descondonización" del Sida.
No tenemos duda respecto a que la fidelidad, la responsabilidad, el
mantenimiento de relaciones estables y el afecto son de gran importancia en la
prevención del Sida. A lo que nos resistimos es a darles un valor profiláctico per
se, que no tienen, ya que pueden convertirse en un arma de doble filo. En este
sentido, el aporte científico y su expresión comunicativa son, o al menos deberían
ser, definitivos, para dejar establecido, sin lugar a dudas, cuáles son las medidas
prácticas que realmente pueden tener efecto en la prevención de la transmisión
del VIH, sin dejarse intimidar por consideraciones de otra índole.
Nuestros argumentos
Nuestras discrepancias fundamentales con los conceptos expuestos obedecen a
una superposición de conceptos que se mueven en distintos terrenos. La discusión
sobre la descondonización del tema del Sida causa confusión pública ya que
polariza el tema de la prevención en dos extremos: o uso de condón, o "uso" de
valores.
Los inconvenientes que vemos en la falta de precisión de este enfoque son los
siguientes: al optar por una visión que sustituye el condón como medida de
prevención por el afecto (la responsabilidad, los valores, etc.) se hace una
propuesta ambigua que anula la efectividad de la comunicación por varias
razones: la primera, que la comunicación debe actuar sobre la realidad, no sobre
el ideal de la realidad que tenga el emisor. Y lo que es real que muchas personas
tienen noviazgos que no culminan en el matrimonio, o sostienen relaciones
sexuales ocasionales, o las dos partes tienen ideas distintas de hacia dónde los va
a conducir la relación, por no hablar sino de tres situaciones posibles. En segundo
lugar, la comunicación, como disciplina del comportamiento, debe apuntar a
buscar cambios en el comportamiento de personas; al poner el afecto (o la
responsabilidad, o los valores morales) como premisa principal de la
comunicación sobre el Sida, se asume que la gente que se contagia con el VIH
es gente que no se quiere (o que es irresponsable y carece de valores morales);
esto nos parece, por decir lo menos, un atrevimiento. La gente que se infecta con
el VIH no lo hace necesariamente porque se haya acostado con alguien sin
quererlo, o sin que lo quieran, sino porque su pareja estaba infectada y no se
tomaron precauciones. Confundir la propuesta del uso del condón con la falta de
amor es, a nuestro modo de ver, una falta de respeto para con las personas.
Ciencia, ética y moral en la prevención de una enfermedad mortal: la moralidad
que hace referencia al sexo es el arma que con mayor frecuencia se esgrime en
contra de las campañas de prevención; es inmoral hablar de relaciones sexuales,
ya que es aceptar como un hecho que son parte de la vida cotidiana de la mayoría
de las personas, ejercidas con un fin que es, en la mayoría de los casos, distinto
al de la procreación. Es inmoral proponer una medida de prevención distinta a la
de la abstinencia total de actividad sexual, a menos que se trate de una relación
estable y permanente, es decir un matrimonio consolidado. Pero, desde otro
punto de vista, ¿es ético no dar la información que se sabe útil para tratar de
evitar que se incrementen los índices de personas infectadas? (Obrando,
obviamente, desde el ámbito de la realidad: que la gente tiene relaciones sexuales,
aunque no estemos de acuerdo con ello). ¿Es ético argumentar que el condón
tampoco es una medida segura sin pruebas concluyentes para ello, y correr el
riesgo de que las personas se abstengan de usarlo? ¿Es ético hablar de medidas
protectoras que no protegen? ¨Están la ciencia y la comunicación siendo
consecuentes con su función social?
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